Javier Zamora

Javier Zamora

Martes, 13 Julio 2021 09:04

Las lesiones, pulsación y cuerdas.

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LAS LESIONES

Siempre que veo a un músico, ya sea guitarrista o no, lo primero que pienso es en la cantidad de vida que se ha dejado esa persona con su instrumento. Es inevitable. A la vez que también pienso en la cantidad de lesiones que seguro ha padecido y seguramente seguirá padeciendo, hasta inclusive las que tendrá de modo crónico. Es uno de los sinos del músico.

El principal talón de Aquiles del guitarrista es la espalda, pero no el único. También las articulaciones, brazos, manos y piernas. Hernias discales, nervios ciáticos, sobrecargas musculares y esguinces es lo más frecuente. Capítulo aparte merece la Distonía focal, que es más bien un problema neurológico, donde los dedos se nos “rebelan” bloqueando la orden que le da nuestra mente para ejecutar un movimiento, quedándose rígidos.

Por ello incido mucho en una buena colocación temprana: una buena postura del cuerpo, brazos, antebrazos, muñeca, manos y dedos. Sobre esa base se debe iniciar el aprendizaje, y toda ejecución debe estar supeditada a una buena colocación. A continuación está la “postura emocional”, esto es, la actitud con la que tocamos: si lo hacemos forzando lo único que conseguiremos es una ejecución antinatural y futuras lesiones; pero si nuestra actitud es relajada será todo lo contrario. Claro, todo esto hay que trabajarlo desde el principio. Por ello es conveniente una aceptación del nivel que tenemos en ese momento y no tratar de saltarnos procesos. Hay que entender que las manos, sobre todo los dedos, van a tener que ser sometidos a unos nuevos movimientos donde van a entrar en acción nuevas ejecuciones que van a necesitar ser musculadas desde cero. Todas estas nuevas ejecuciones deben tener una progresión paulatina hasta lograr formar parte del repertorio de movimientos automatizados.

Nos preguntaremos que son los automatismos, lógicamente. Esto es importante entenderlo. Cuando un movimiento se repite adecuadamente durante 300 veces, pasa de ser un movimiento ordenado por la mente a ser un movimiento automático. Me explico: si queremos coger un vaso de una mesa nuestro cuerpo acerca el brazo, lo extiende, abre la mano, hace la pinza entre pulgar y el resto de dedos y coge el vaso. En realidad la orden que nuestra mente ha dado a nuestro cuerpo es “coge el vaso”, y nuestro brazo ha hecho automáticamente el resto de movimientos. Con la guitarra sucede igual. Queremos hacer un rasgueo, que acabe con golpeo en tapa y luego subamos el índice. No tenemos más que ordenarlo a la mano y ella lo hace sin pensar en los sub-movimientos que implica. Pero claro, antes hay que trabajar bien el flujo de información de la mente a los dedos para que éstos lo ejecuten limpiamente de modo automático. Es tan solo un ejemplo. Repito: clave el aspecto postural y emocional.

En realidad, todo esto no es más que un reflejo de la vida misma. Cuando forzamos una relación presionando (consciente o inconscientemente) la actitud de otra persona, puede que funcione durante un tiempo pero tarde o temprano el equilibrio se quiebra. Pues la relación instrumento-músico no deja de ser lo mismo, salvo que aquí las desavenencias se traducen en lesiones. Es conveniente establecer desde el principio un trato recíproco entre los dos. El guitarrista debe comprender la física de su instrumento, tanto  sus tensiones, como su preciso punto de sonoridad para cada timbre, hasta conocer los peligros derivados del clima.

LA PULSACIÓN

Es de suma  importancia que cada guitarrista consiga llegar al punto óptimo de pulsación. Conseguirlo es encontrar el punto de equilibrio entre la fuerza, tensión y colocación de mano derecha del guitarrista al pulsar las cuerdas. Ni muy flojo, ni muy fuerte. Donde la guitarra te devuelve su sonido sin ahogarla, ni tampoco por debajo de su sonido. Con una pulsación en la que el guitarrista se sienta cómodo y ejecute sonidos de modo natural no solo se optimiza el sonido sino también es garantía de una buena salud anti lesiones. Y como consecuencia, también evitamos tensiones emocionales. El intérprete que tiene automatizada su pulsación no necesita forzar para conseguir nada porque su pulsación es su lenguaje. Y bueno, aquí entrarían en acción factores psicológicos que merecerían capítulo aparte, pero lo resumo en una frase: “Somos como tocamos y no podemos tocar como no somos”. 

Otro aspecto a tener en cuenta dentro de la pulsación es la elección adecuada del juego de cuerdas que le vamos a poner a nuestra guitarra.

LAS CUERDAS

A veces creemos que usando la misma marca de cuerdas que usa cierto guitarrista importante vamos a tocar igual: ERROR. Por eso es conveniente ir aprendiendo a tener criterio. 

Antes que nada, y dejando siempre de lado las marcas, hay que dejar claro que cada fabricante tiene (o al menos debe tener) tres tipos de cuerdas de cada modelo por su tensión: fuerte, media, y blanda. A su vez, también hay que saber que las guitarras se construyen también con varios tipos de tensión (no confundir con la altura del hueso del puente). Y luego, por supuesto, está nuestra pulsación. El tipo de tensión de las cuerdas es lo da el toque final al equilibrio entre guitarra y guitarrista en materia de pulsación.

Voy a poner un ejemplo. Si tenemos una guitarra que ya de por sí es dura, y nuestra pulsación es normal, lo que equilibraría todo sería un juego de cuerdas de tensión blanda. La jugada consiste en buscar el punto intermedio.

Y con respecto a la marca de cuerdas, aquí no voy a entrar en el juego de marcas pero sí que al menos puedo explicar varios conceptos. De entrada, es un tema muy susceptible de difícil normalización. Mi consejo es ir probando hasta que se encuentre el juego que mejor se adapte a los gustos del guitarrista. Varios aspectos a tener en cuenta:

Homogeneidad: En un juego de cuerdas homogéneo no hay cuerda que destaque sobre las demás. Sus calibres son adecuados para que no haya saltos entre primas y bordones. Mantienen bien la afinación en todo el juego. Suelen ser más longevos y mantienen la afinación.

Longevidad: Normalmente se tiene más en cuenta en los bordones que en las primas. Hay juegos de cuerdas que nos deslumbran nada más ponerlos pero al poco tiempo se apagan. Sin embargo hay otros que no son tan espectaculares de entrada pero que mantienen su brillo durante más tiempo.

Afinación: Aquí depende mucho un buen calibrado del fabricante. Si el calibre se mantiene bien después de poner las cuerdas es muy probable que afinen bien siempre las cuerdas. De todas formas me he encontrado con algún que otro juego con grandes problemas a la hora de afinar pasados unos días.

Timbre: Aquí entra mucho en juego el material de la cuerda. Las hay de carbono, u otros componentes diferentes al habitual nylon de siempre. Así como el calibre, que consigue una notable variación en el tono en función del grosor.

Estabilidad: He aquí el talón de Aquiles de más de un fabricante, donde la 4ª (hasta incluso la 5ª) se rompe con suma facilidad. Entre guitarristas, son marcas que sabemos de ese problema y difícilmente las compramos.

Tacto: Esto es fundamental. Una cuerda con un tacto áspero suele ser bastante desagradable. Sin embargo una cuerda bien pulida hace que el dedo pulse con más sensibilidad y convierta en atractiva su pulsación.

Me he puesto a escribir sobre cuerdas y me he salido del guion. Pero es que todo lo relativo a la guitarra es que me fascina. Escribo y no paro. Espero no haberme lesionado con tanta explicación, que era el motivo de éste artículo. Pero es que tiene mucha conexión el tema de las lesiones con la pulsación, y para explicar la pulsación era necesario hablar de las tensiones del encordado. Digamos que hemos hecho un 3x1.

Y ahora llega el momento de las reflexiones finales:

¿Te has lesionado alguna vez por tu forma de tocar?

¿Conoces a alguien que se haya lesionado?

¿Qué juego de cuerdas usas, y por qué?

La reflexión es un buen camino para mejorar.

Martes, 06 Julio 2021 08:56

Como ensayar

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COMO ENSAYAR

Llega el momento guitarra ¡Qué bien! Nos sentamos, abrazamos a ella y comenzamos a emborracharnos de su sonido. Vamos de un lado para otro tocando acordes, melodías y pequeños fraseos. Empieza el encantamiento. Nuestra mente comienza a soñar despierta y nos tiramos un buen rato así. Pasado un rato miramos el reloj y nos damos cuenta que sus agujas han volando mientras nosotros hemos estado trasteando. Nos da la sensación de haber malgastado esa hora. Luego nos preguntamos si hemos hecho lo adecuado porque queríamos mejorar nuestro arpegio (por ejemplo) pero nos hemos quedado embobados tocando. Conclusión: hemos perdido el tiempo...

Últimamente cada vez parece que tenemos menos espacio para estudiar la guitarra, a la vez que no todo el mundo disponemos del que desearíamos. Por eso es conveniente optimizar el tiempo de estudio de la mejor manera posible. Aquí juega un factor importante la concentración. Siempre lo digo: “una hora de estudio concentrado vale más que tres horas tocando de modo disperso”. Una buena planificación es fundamental.

Hoy en día tenemos bastantes “enemigos” que nos impiden un correcto estudio. Por ello, antes de estudiar guitarra deberíamos dejar de lado o desconectar todo lo que nos pueda descentrar. A partir de ahí es clave una buena programación, distribuyendo el tiempo entre calentamiento, técnica, asimilación de las nuevas materias, ejecución de las recientemente asimiladas, y práctica de canciones.

Como norma general lo primero debe ser contar con una banqueta o silla específica para el estudio, con la altura adecuada para que la pierna izquierda haga un ángulo de 90 grados teniendo como vértice la rodilla al apoyar el pie. Para la guitarra flamenca podemos apoyar el pie derecho en un reposapiés, o cualquier accesorio que levante el instrumento. Lo importante es que la espalda esté lo más recta posible. Y sobre los accesorios para el estudio, fundamental el uso del metrónomo, así como un espejo para observar la debida colocación de manos. Siempre hay que limar bien las uñas antes de comenzar para evitar desgarros o micro roturas. 

Tener un buen plan de estudio lo es todo, tanto, como saber cual es el objetivo. No es lo mismo un estudio para mejorar el arpegio que para dominar un tema entero, ni para “entrar a compás” unas variaciones, que otro para aprender una canción nueva. Propongo el siguiente plan, de resultados contrastados.

Este sería el óptimo para un estudio/práctica de una hora:

Físico (5 minutos)

Con una buena metódica, comenzaríamos haciendo breves estiramientos de espalda, brazo, muñeca y dedos. Esto es fundamental porque la concentración en hacerlo ya nos va despejando la mente de pensamientos y rutinas del día, para ir entrando en “modo guitarra”. Por supuesto es ideal para la tonificación de las manos. No es necesario emplear más de cinco minutos en esto. Con un ejercicio de cada es suficiente. Trato de explicarlos brevemente:

  • Espalda: De pie, juntamos las manos y estiramos hacia arriba lo máximo posible con las palmas hacia arriba, como queriendo alcanzar el techo. Notaremos como al estirar los brazos, también se estira la zona lumbar. A continuación, bajamos los brazos, flexionamos un poco las rodillas y colocamos las manos detrás de ellas (seguimos de pie) y nos doblamos hacia abajo como si quisiéramos alcanzar las rodillas con la cabeza. 
  • Brazos y muñecas: Extendemos hacia adelante un brazo con la palma de la mano hacia arriba. Ahora tenemos que doblar la mano hacia abajo, con la ayuda de la otra mano. Esto lo hacemos lógicamente con los dos brazos.
  • Calentamiento de manos: Extendemos los brazos hacia adelante, como si fuéramos a escribir a máquina. Hacemos movimientos hacia arriba y hacia abajo con las manos, dejándolas totalmente relajadas.
  • Dedos: Estirarlos uno a uno con la otra mano.

Guitarra. Calentamiento (5 minutos)

Debemos mentalizarnos que hay que ir de menos a más. Lo primero siempre sería ir despertando los dedos con pequeños ejercicios básicos de técnica en picado, arpegios, trémolo, pulgar y rasgueos. Recomiendo encarecidamente hacerlo con metrónomo. La clave está en estos dos aspectos:

  • Velocidad: Comenzar con tempos lentos, para luego ir a más.
  • Fuerza: Hay que empezar muy suave, aunque parezca raro, e ir progresivamente subiendo de intensidad. Con esto conseguiremos llegar a nuestro punto óptimo de pulsación.

Guitarra. Estudio (15 minutos)

Llegados a este tercer punto estaremos listos para estudiarnos, comprender, aprender y tratar de dominar las materias aprendidas recientemente. Sobre este apartado debo explicar que para poder pasar una falseta, por ejemplo, de fase “la tengo recién aprendida” a la de “la toco de modo natural” es conveniente saber que hay que entender primero lo que se va a aprender, escucharlo varias veces (todo esto sin tocar la guitarra, solamente escuchando), saber dónde están los acentos, hasta incluso “cantarla” un poco. Esto favorece mucho aprenderlo bien. A continuación ya podemos ir –poco a poco- digitando. Un buen aprendizaje de un pasaje es garantía de dominio de por vida. Las músicas y sus digitaciones se quedan grabadas en la memoria muscular de un modo sorprendente. Por eso es conveniente aprender todo sin prisa, haciéndolo correctamente. Ya se tocará sobradamente con el tiempo. Tengo la experiencia de muchos alumnos que quieren tocar lo que les enseño de modo automático, rápidamente, como si una vez supieran donde van los dedos quisieran tocarlo como yo. Es un grave error porque nunca avanzarán y siempre lo tocarán como el primer día. El ejemplo más claro sucede con el comienzo del fraseo de Entre dos aguas. Siempre pasa lo mismo, el alumno lo aprende y automáticamente quiere tocarlo a la velocidad del disco, lo repite y acaba atascándose. Me resulta gracioso. Pero a la vez lo comprendo (todos somos unos soñadores en el fondo). Interpretar ese pasaje es algo así como tocar el cielo durante unos compases.

Guitarra. Práctica (35 minutos)

Mi consejo es dejar un espacio de tiempo entre el estudio y la práctica. Un café, levantarse un rato y volver para practicar composiciones. Se cierra la puerta de una parte del cerebro, y se abre otra donde se conjuga la mente, el corazón y las manos. Metrónomo, bases de compás y a practicar. Si el tema no lo tenemos todavía dominado al 100% recomiendo bajar la velocidad para que sea asimilado mejor.  Aconsejo tres repeticiones por composición, cada una a un tempo diferente. Con el paso de los días, podremos ir bajando las repeticiones a medida que el automatismo sea mayor. Este método es infalible. Lo aprendí con quince años por medio de un guitarrista italiano que tocaba diabólicamente. Mi primera práctica con éste sistema fue con las Zardas de Monty, en la versión que hizo Paco de Lucía. Los resultados fueron sorprendentes. Recuerdo que aquel músico me dijo que tuviera paciencia, que aunque viera que volara no sobrepasara el tempo y que cada día lo haría más rápido. Imaginaos, con esa edad creía tener la lámpara mágica de Aladino. Luego lo he aplicado de por vida a todo y es algo que tengo automatizado. La clave es el tempo en las prácticas: primera vez lento, segunda medio, tercera más ligero. Al día siguiente comenzamos con la velocidad media del día anterior, y así progresivamente. Ya me direís...

Resumo entonces la práctica diaria en tres aspectos: el físico (5 minutos +/-), el técnico (20 minutos +/-) y el del sentimiento (35 minutos +/-). Si lo conjugamos bien tenemos la fórmula.

 

Hay que tener en cuenta que éste plan de estudio sería el adecuado para un guitarrista de perfil medio, esto es, que está entre el principiante y el avanzado. Cada nivel exige un planteamiento diferente en función de su nivel y, sobre todo, el tiempo que disponga.

Y sobre consideraciones a la hora del estudio, hago incidencia en la velocidad. Es importante no saturarse con la velocidad porque corremos el riesgo de rotura de uñas y, lo peor, sobrecargas físicas (manos, muñecas y espalda). La velocidad es un plus que añadimos a la interpretación para mostrar un virtuosismo que tiene muchas veces un alto coste. Hay que saberlo gestionar bien porque no siempre vale la pena. Observo a muchos guitarristas que invierten mucho tiempo y esfuerzo en correr, dejando de lado muchos otros aspectos valiosos. Es algo que comprendo perfectamente, porque en su momento yo también lo viví, pero en perspectiva mi consejo es que “tocar bien” es mucho más que “ser veloz”.  A fin de cuentas, de lo que se trata es de sentir, de expresar, y de ser feliz.

 

Ahora plantéate...

¿Realmente estudias bien, simplemente pasas el rato tocando aleatoriamente, o tocas siempre igual lo mismo?

Si estudias bien tienes garantizada una buena progresión. Si pasas el rato tocando aleatoriamente, no está mal si lo que quieres es disfrutar sin ninguna pretensión más. Ahora bien, difícilmente progresarás. Si tocas siempre igual pero no te preocupas de aprender a tocar mejor puede que acabes aburrido. Como siempre digo, todo depende de lo que uno desea, porque el tocar bien está en nuestras manos, nunca mejor dicho.

Y ahora llega el momento de mi pregunta reflexiva...

Si tuvieras una máquina del tiempo exclusivamente para regresar a esos momentos donde perdiste el tiempo con la guitarra, ¿volverías a hacerlo igual, o tal vez tratarías de optimizar mejor aquel tiempo perdido?

Que sepas que esa máquina existe, y se llama REALIDAD. Y tu realidad es que aun estás a tiempo de hacer las cosas bien, si quieres. Todo está en proponérselo.

 

 

Martes, 29 Junio 2021 07:59

La máquina de competir

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LA MAQUINA DE COMPETIR

 

¿Os habéis fijado en el diapasón de una guitarra? Es un sendero que comienza anudando su cordón umbilical en el clavijero ¿Poético verdad? Pues lo que sigue es metafórico: comienza en un largo camino lleno de obstáculos, a los que llamamos trastes, con el objetivo de conectar con el corazón del intérprete antes de expulsar el sonido al universo a través de la boca.

 

Todo ese proceso que en la guitarra es instantáneo, como el colacao, puede acabar siendo amargo, como el café, si con el tiempo no lo sabemos gestionar. Siempre he dicho que a mitad del diapasón hay vericuetos ocultos, llenos de recovecos y trampas. El objetivo es llegar hasta el final saltando los obstáculos. Los más importantes tienen que ver con el aspecto físico, y sobre todo, mental. Uno es consecuencia del otro.

 

Cuando nuestro cuerpo nos envía avisos es que algo no estamos haciendo bien. Las lesiones son una constante en la vida del músico. Nos lesionamos por un incorrecto aprendizaje, por vicios posturales y por un inadecuado planteamiento mental de nuestra realidad. Y ahí es donde quiero llegar. Al segundo aspecto.

 

LA SALUD MENTAL DEL GUTARRISTA

 

Qué bien me he quedado cuanto he puesto este subtítulo en mayúsculas. De sobra es conocido en el mundo del Flamenco la cantidad de guitarristas con trastornos mentales, así como los que padecen distonía focal, hasta incluso quien ha padecido miedos escénicos. En otras músicas me consta que sucede exactamente igual.

 

Llega un punto en la progresión del guitarrista en el que se alcanza cierto nivel (o al menos eso se cree uno) y se auto impone una exigencia. Esa exigencia lleva, en casos, a marcarse unos objetivos de ensayo, rutinas y actitudes que rompen el equilibrio personal. A partir de ese momento surgen los ataques de ego, crisis existenciales, lesiones, depresiones, y un sinfín de patologías variadas. Y ni hablo ya del pozo de las vanidades que supone la presencia mediática en las redes sociales.

 

Resulta complicado a veces confundir el aplauso al músico con el reconocimiento a la persona, y más, cuando no se está preparado mentalmente para ello. El artista es un divo en escena por naturaleza pero no siempre se entiende bien la importante metáfora que supone bajar las escaleras del escenario y pisar tierra. De las nubes al suelo. Por eso es muy importante estar siempre supervisado por una persona de calidad, que nos guíe periódicamente, que nos recuerde de dónde venimos y que nos impida despojarnos de la ilusión con la que comenzamos a tocar.

 

Y llegados a este punto, aparece “la competición”. Aquí es donde se confunde la música con el deporte, donde se ve quien ama la guitarra o la utiliza. Y no solo hablo del guitarrista, sino de ese enjambre de pseudo aficionados que confunden al inexperto, comparando unos con otros, sin verdaderos argumentos. Puedo constatar varios ejemplos de personas ilusionadas con la guitarra que han sido literalmente anuladas por culpa de comentarios comparativos. Eso es muy lamentable.

 

A ver, estamos hablando de guitarra, de música. Nadie es más que nadie, y viceversa. Lo que realmente importa es expresar, decir lo que cada uno lleva en su interior, echar afuera sentimientos y vivencias de la mejor forma que podamos. En el momento se entra en el juego de la comparación se ha perdido la batalla. Dejamos de ser auténticos, convirtiéndonos en máquinas de competir y no en músicos. Con frecuencia se manejan términos como “el mejor” cuando se quiere decir “el que más me gusta”. La música y el sentimiento no se cuantifican. Seamos serios.

 

El énfasis lo pongo en un planteamiento sano, en el amor puro hacia la guitarra, hacia la música, sin distorsiones. Si nuestra mente está limpia de comparaciones, envidias y tonterías varias, tenemos el terreno abonado para una vida guitarrística plena. En ese estado nos fascinará ver a alguien que toca de maravilla, a la vez que sentiremos empatía por quien tal vez esté un poco por debajo de nuestro nivel. Todo es sano y, lo que es mejor todavía, podremos crecer con facilidad. El músico que “se lo tiene creído” nunca avanza. Por el contrario, el humilde puede explotar su potencial. Y no hablo de esa “falsa humildad” imperante muchas veces en el mundo flamenco, sino de la humildad real, de corazón para adentro.

 

La guitarra es una carrera de fondo. Llega el que mejor sabe manejar su realidad.

 

Nota:

Éste articulo va dedicado a varias personas que han alimentado mis conocimientos gracias a su experiencia. Casi todos son o han sido alumnos míos, a quienes agradezco su amistad y confianza.

 

Antonio, gran preparador físico que dejó la alta competición para tocar bulerías.

José, que tan bien toca la guitarra y tanto mal le hizo su tío comparándolo con su primo.

Dani, que superó una distonía focal gracias a encontrarse consigo mismo.

Vicente, que tenía unas grandes condiciones pero decidió equilibrar la guitarra con su vida.

Joaquin, que solo cogía la guitarra para actuar y acabó perdiendo la ilusión.

Guillem, que gracias a la guitarra pudo rehacer su vida (tal cual lo cuento).

Floriane, que comprendió que la guitarra es más profunda que la imagen propia.

Luis, que llegó a ser feliz en el escenario viendo disfrutar a la gente.

Eva, artista íntegra, que enriqueció sus directos gracias a la técnica flamenca.

Miguel, que fue víctima de la frustración de su padre y acabó con depresión.

 

Podría nombrar a decenas más, pero ni son todos los que están... ni viceversa.

 

Ahora observa el diapasón de tu guitarra y pregúntale cual es tu perfil:

¿Soñador?

¿Un mercenario?

¿Acaso... aficionado?

¿Me escondo detrás de la guitarra?

¿Disfruto a solas tocando la guitarra en mi casa?

¿Toco la guitarra solamente en reuniones con amigos?

¿Gracias a la guitarra puedo ganar dinero aunque no tenga nivel?

¿Para mí la guitarra es una forma de vida donde la necesito para ser alguien?

¿La guitarra complementa toda la riqueza que tengo en mi vida y le da un sentido especial?

¿La guitarra me evade de una realidad que no me llena y me hace sentir que vivo?

¿La guitarra me conecta con un mundo que solamente existe en mi fantasía?

¿Me siento importante subiendo fotos tocando en las redes sociales?

¿Abrazo la guitarra y soy la persona más feliz del mundo entero?

 

Me apunto a ésta última ¿Y tú?

 

Miércoles, 23 Junio 2021 07:58

Eres como tocas

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ERES COMO TOCAS

¿Nunca os habéis fijado en la postura de un guitarrista en concreto? La posición del instrumentista, sus gestos, o su mirada, hablan mucho de esa persona. El guitarrista que se recoge en torno a la guitarra se está evadiendo del mundo, sumergiéndose en su instrumento; el presuntuoso es como un niño pequeño con su juguete, hace muchos aspavientos y trata de hacerse notar; el que disfruta te lo transmite rápidamente, el que sufre también, el que busca la aprobación ajena no para de mirar al público, el miedoso se esconde, el tramposo trata de engañar con efectos. Como la vida misma. Por eso hago mucho hincapié con los alumnos hacia una introspección constante por su parte, ya que ese aspecto ayuda considerablemente a lo que yo denomino  como “la felicidad del guitarrista”, que no es más que saberse manejar entre los parámetros de las posibilidades individuales.

 

Más de treinta años de enseñanza me han mostrado variedad de estereotipos de alumnos. Podría relatar muchos, y diversos. Recuerdo un chico joven que vino a clase acompañado de su padre, quien no paraba de hablar de las excelencias de su hijo en materia de virtuosismo. Tenía unas condiciones bárbaras, pero lleno de vicios posturales, sacrificando a la vez limpieza por velocidad. Era como un cohete con la rampa de lanzamiento torcida. Le expuse a padre e hijo mi opinión: el chico debía remozar varios aspectos muy básicos antes de continuar. Duró una clase. Con el tiempo coincidí con ellos en un festival flamenco. El hijo no era ni sombra de lo que había visto años atrás. No llegaba a ser ni mediocre. Lo triste era observar que los dos estaban enfadados con el mundo, justificando la falta de progresión profesional del chico por culpa de los demás. Una pena, la verdad, porque el hijo tenía un potencial enorme y a pesar de la paterna insuflación de ego, era buen chico.

 

Pero el ejemplo más clarificador es el de Jorge, un alumno al que tengo especial estima, por su personalidad y sobre todo por lo bien que ha sabido manejarse con su realidad. Jorge no tenía manos de guitarrista, para nada. Era agricultor, con dedos muy callosos y de carácter rígido pero a la vez era una persona muy noble. Se encomendó totalmente a las lecciones, con el firme propósito de “tocar cuatro cositas” que le hicieran sentirse bien tocando flamenco. Lo vi sufrir en clase, con dedos temblorosos, pero con el carácter firme: “tu tranquilo, que esto lo saco adelante, Samora”, decía siempre. Sus ganas por aprender rompieron la rigidez, y sobre todo su nobleza cuando reconocía cuanto le costaba todo. Tuvo un gran aliado: la ilusión. Fue disciplinado y ensayaba todas las tardes varias horas. Se armó de paciencia haciendo todo el trabajo de técnica muy concentrado. Llegó a tocar muy bien. Si, con cierta rigidez, pero fue feliz tocando por Soleá, Fandangos, Malagueñas o Alegrías, por poner varios ejemplos. Supo manejarse y “navegar” entre sus limitaciones. El mismo desechaba “falsetas” de especial dificultad para sus manos, por mucho que le gustaran. Pero a la vez disfrutaba mucho con las que sabía que iba a poder dominar. Y así, poco a poco, fue creando su propio repertorio. Música acorde para si mismo, como un traje a medida. Ahí creció mucho. Sin proponérselo ni darse cuenta, acabó actuando en público acompañando al cante y haciendo algún que otro solo de guitarra de vez en cuando. Jorge me dio una gran lección a mí: a su profesor. Me enseñó que todos podemos lograrlo. Fue una muestra más que la felicidad tocando no se limita más que a disfrutar de lo que haces, dejando de lado lo que esa parte de tu mente te machaca exigiéndote lo que no eres.

 

Con estos dos ejemplos trato de exponer el concepto principal de este artículo. Igual que andamos, nos vestimos, hablamos o gesticulamos como consecuencia de nuestro carácter, de igual modo tocamos la guitarra. Por ello es muy importante ser consecuente a la hora de expresar con la guitarra. Consecuente con lo que realmente somos, sin tratar de surcar por caminos donde otros si que les resulta natural, pero no a nosotros. Esa es la esencia: la honestidad del músico ¿Qué más da si otros hacen algo que nos resulta a nosotros todo un mundo conseguir? Lo importante en realidad está en nosotros, los guitarristas que amamos el instrumento por encima de todo. Y que salga lo que tenga que salir, pero de modo auténtico. Porque en ello está la verdadera esencia. 

 

Y para cerrar el artículo de hoy planteo un par de reflexiones. Contéstate en tu interior, con honestidad ¿Por qué tocas la guitarra?, ¿Para qué tocas la guitarra? 

 

A fin de cuentas... eres como tocas.

Martes, 15 Junio 2021 06:39

Manos a la obra

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MANOS A LA OBRA

Aspectos básicos

 

Parto de la base que cada principiante debe tener una formación básica de técnica, colocación perfecta de dedos, manos, muñeca, brazos y espalda. Si esto de entrada es incorrecto, estamos colocando desde el principio barreras en la adecuada progresión. Es como comenzar a construir un edificio cimentándolo con pilares torcidos. En este apartado es donde más hay que incidir al principio ya que saltarse peldaños solo generará un aprendizaje lleno de trabas. Pongo el ejemplo de una incorrecta colocación del brazo y muñeca izquierda, que es el germen de problemas en la colocación de la cejilla. El alumno verá como progresa en otras técnicas pero la cejilla no la aprieta bien, no le suenan las cuerdas limpiamente, le duele la mano, los dedos, y aparece el primer enemigo: la frustración. Desde ese momento y posiblemente durante mucho tiempo, el aprendiz de guitarrista tendrá que lidiar con un peso moral añadido. Cada vez que necesite hacer la cejilla con el índice izquierdo lo sentirá como algo doloroso y tocará con miedo. Así no se puede tocar ni se puede avanzar. Hay que hacerlo siempre con ilusión y motivación. Por ello incido mucho en una buena formación básica de colocación. Esto es tan solo un pequeño ejemplo.

 

El aprendizaje en la guitarra, como con todo instrumento musical, debe ser progresivo. Comenzar pretendiendo unos resultados inmediatos genera lo que los músicos denominamos “vicios” (ya sé que somos muy viciosos, pero eso es otra historia). Un vicio postural, de colocación de dedos, manos, de ejecución, de tempo, etc, es una losa que nos va a impedir tocar de modo natural. Ahí cobra mucha fuerza la figura del profesor, que es quien debe saber detectarlo y corregirlo de inmediato.

 

Por otro lado el alumno debe aprender a saber discernir entre la correcta ejecución al tocar y lo que se toca “con suciedad”. Esto último quiere decir algo así como hacer sonidos incorrectos, sin pulsar bien, o con asincronía entre manos. Con el tiempo, este aspecto es fundamental para avanzar. Es lo que tantas veces repito en clases: ser honesto. La honestidad tocando es muy importante. Cada uno debemos tocar al nivel que realmente tenemos y no al nivel que creemos que tenemos, o el que desearíamos tener. Para ello es muy importante la paciencia y, sobre todo, la constancia.

 

Considero fundamental en el aprendizaje no solo lo intrínseco a la guitarra, sino también a la forma de estudiar, a saber organizar su tiempo para hacerlo concentrado, y a aprender a ser su propio profesor cuando el profesor no está delante. Esto no se aprende de entrada y es una materia importante que el alumno debe ir asimilando a medida que lo hace también con los conceptos más puramente guitarrísticos.

Martes, 08 Junio 2021 10:56

Elección del instrumento

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Elección del instrumento

Llegará un momento en el que necesites un instrumento ajustado a tu nivel de progresión. Normalmente se comienza con esa guitarra que te regalaron, que tu hermano no toca ya, o que te prestó un amigo, por poner varios ejemplos típicos. Llega un punto en el que comienzas a ejecutar con cierta destreza, sacar sonidos de cierta calidad e intuyes que ya debes hacerte con un instrumento en condiciones. Es el momento de hacerse con una guitarra que será ya tuya, con quien vas a compartir tu vida musical. Es algo importante. Tendrás con el tiempo seguramente otras guitarras de más nivel, pero esa primera será única para ti.

Nada como el consejo profesional de tu mismo profesor. El conoce tus manos, tu forma de trasmitir e intuye tu evolución mejor que nadie. Podrá aconsejarte sobre el tipo de guitarra, maderas, alturas, dureza, color del sonido y nivel de la guitarra que necesites. Ahora bien, siempre debes tener tú la última palabra. Serás tú quien la va a tocar a diario durante años y esa decisión debe pasar por tus manos y tu intuición. Si tu profesor te aconseja un instrumento y tú no sientes que es para ti, no te lo quedes. Podrás volver otro día, contemplar más opciones y adoptar una decisión más certera. Ahora bien, si el universo conspira –como decía Coelho- y se hace realidad que tanto tu profesor como tus sensaciones coinciden, hazte con ella inmediatamente. A partir de ese momento, vais a iniciar tu guitarra y tu una singladura por los mares de la vida, musical y personal, pero siempre unidos. Ya verás.

Consideraciones sobre maderas

Estamos delante de una guitarra española, clásica o flamenca, y lo primero que se fija el estudiante son los colores que, precisamente, es lo último en lo que percibe el entendido. Antes que nada sería conveniente saber distinguir claramente el palo santo del ciprés. Es muy sencillo, tan solo hay que fijarse en el color de los aros (la parte lateral que le da la forma a la guitarra) y el fondo (la parte trasera): si son del mismo color que la tapa (la parte frontal) es porque son de ciprés (guitarra flamenca). En caso contrario se podrá observar que aros y fondo son de color oscuro, distinto al de la tapa, que es lo que distingue visualmente al palo santo. Ahí tenemos la primera distinción.

A continuación necesitamos distinguir entre las maderas que pueden montarse en la tapa (la parte frontal). Normalmente suelen ser de pino o cedro. El pino es claro y el cedro de un color tabaco, más oscuro. Os preguntaréis qué madera puede ser una guitarra de color amarillo, naranja, o roja, por ejemplo. La respuesta es bien sencilla: el pino es una madera tan clara que cuando se barniza se le puede dar el color que se quiera. Sin embargo el cedro, al ser más oscuro y con un color definido, modifica cualquier tonalidad oscureciéndola. Existen otras maderas como el arce o el palo rosa, por ejemplo, con las que se construyen también guitarras pero son un poco la excepción con respecto al pino, cedro, palo santo y ciprés expuesto anteriormente.

Martes, 23 Febrero 2021 08:06

La Guitarra

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LA GUITARRA

Bienvenidos al mundo de los sueños, del disfrute, y de la introspección por medio de un instrumento musical. Pero también al del esfuerzo, la desazón en muchas ocasiones y, sobre todo, al de la esclavitud perpetua aunque, todo hay que decirlo, la esclavitud proporcionada por la pasión es sinónimo de libertad. Esta maravillosa combinación tiene nombre: Guitarra. Si, con mayúsculas. Porque toda ella encierra esos conceptos  y mucho más. Es la vida en sí misma. En el fondo de la guitarra queda grabada la vida del guitarrista. En sus formas reposan las emociones, sentimientos y vivencias. La mejor autobiografía escrita con invisibles notas sobre una partitura de madera. Por eso es la mejor confidente, el confesionario que se abraza, el cajón donde mejor se guardan los secretos, o la ventana a la vida por donde se airea el alma. Una droga que no mata, tan solo te roba el tiempo. Pero a la vez le da sentido a muchas vidas, le endulza el presente y les enseña el camino cuando no se encuentra la solución. Por eso siempre digo que la guitarra es eso, eso y mucho más. Cuántos guitarristas conservan su primer instrumento, a pesar de ser de inferior calidad a otros adquiridos con el tiempo. Por algo será.

 

La guitarra se pasea por el mundo con diversos disfraces, desde la guitarra barroca hasta la eléctrica, pasando por la clásica, flamenca, acústica, romántica, de ocho cuerdas o más, hasta incluso con variantes en su construcción que le lleva a denominarla como cut-away, requinto, guitarra bajo, guitarrón, o con modificaciones electro acústicas que le abren a espectros de sonido procesado como las guitarras midi o las que incorporan sistemas piezoeléctricos. Todo ello en realidad no es más que un vestido que colorea su sonido, forma o aspecto, pero cada uno de estos instrumentos no deja de ser una guitarra, con su diapasón, su puente, sus cuerdas, sus clavijas y, sobre todo, su alma. Cada guitarra es un mundo propio, un pozo de sensaciones y una historia que le otorga una vida propia, totalmente independiente de cualquier otra. Podemos comparar dos guitarras construidas a la vez por el mismo guitarrero, con maderas gemelas del mismo corte, creadas en la misma época del año, con las mismas condiciones de humedad y temperatura, y en el mismo lugar, y nunca sonarán igual. Es la magia de la guitarra.

 

Para poder llegar al mundo de la metáfora descrita al principio es necesario antes adentrarnos en la realidad. Nadie nace sabiendo tocar la guitarra y todos necesitamos un proceso de aprendizaje. Los hay con suerte cuando forman parte de una familia de músicos, guitarristas sobre todo, o profesionales del ramo. El sentido musical forma ya parte intrínseca desde bien pequeño, incluso antes de nacer. Pero también hay muchos casos donde el estudiante de guitarra es la primera persona de la familia que se adentra en el mundo la música y el aprendizaje de un instrumento. Bajo mi punto de vista, en los dos casos es siempre necesario la figura de un buen profesor, a no ser que el familiar que guíe al aprendiz lo sea. Aun así, considero muy a tener en cuenta que el profesor sea siempre alguien ajeno a la familia.

 

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