Miércoles, 23 Junio 2021 07:58

Eres como tocas

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ERES COMO TOCAS

¿Nunca os habéis fijado en la postura de un guitarrista en concreto? La posición del instrumentista, sus gestos, o su mirada, hablan mucho de esa persona. El guitarrista que se recoge en torno a la guitarra se está evadiendo del mundo, sumergiéndose en su instrumento; el presuntuoso es como un niño pequeño con su juguete, hace muchos aspavientos y trata de hacerse notar; el que disfruta te lo transmite rápidamente, el que sufre también, el que busca la aprobación ajena no para de mirar al público, el miedoso se esconde, el tramposo trata de engañar con efectos. Como la vida misma. Por eso hago mucho hincapié con los alumnos hacia una introspección constante por su parte, ya que ese aspecto ayuda considerablemente a lo que yo denomino  como “la felicidad del guitarrista”, que no es más que saberse manejar entre los parámetros de las posibilidades individuales.

 

Más de treinta años de enseñanza me han mostrado variedad de estereotipos de alumnos. Podría relatar muchos, y diversos. Recuerdo un chico joven que vino a clase acompañado de su padre, quien no paraba de hablar de las excelencias de su hijo en materia de virtuosismo. Tenía unas condiciones bárbaras, pero lleno de vicios posturales, sacrificando a la vez limpieza por velocidad. Era como un cohete con la rampa de lanzamiento torcida. Le expuse a padre e hijo mi opinión: el chico debía remozar varios aspectos muy básicos antes de continuar. Duró una clase. Con el tiempo coincidí con ellos en un festival flamenco. El hijo no era ni sombra de lo que había visto años atrás. No llegaba a ser ni mediocre. Lo triste era observar que los dos estaban enfadados con el mundo, justificando la falta de progresión profesional del chico por culpa de los demás. Una pena, la verdad, porque el hijo tenía un potencial enorme y a pesar de la paterna insuflación de ego, era buen chico.

 

Pero el ejemplo más clarificador es el de Jorge, un alumno al que tengo especial estima, por su personalidad y sobre todo por lo bien que ha sabido manejarse con su realidad. Jorge no tenía manos de guitarrista, para nada. Era agricultor, con dedos muy callosos y de carácter rígido pero a la vez era una persona muy noble. Se encomendó totalmente a las lecciones, con el firme propósito de “tocar cuatro cositas” que le hicieran sentirse bien tocando flamenco. Lo vi sufrir en clase, con dedos temblorosos, pero con el carácter firme: “tu tranquilo, que esto lo saco adelante, Samora”, decía siempre. Sus ganas por aprender rompieron la rigidez, y sobre todo su nobleza cuando reconocía cuanto le costaba todo. Tuvo un gran aliado: la ilusión. Fue disciplinado y ensayaba todas las tardes varias horas. Se armó de paciencia haciendo todo el trabajo de técnica muy concentrado. Llegó a tocar muy bien. Si, con cierta rigidez, pero fue feliz tocando por Soleá, Fandangos, Malagueñas o Alegrías, por poner varios ejemplos. Supo manejarse y “navegar” entre sus limitaciones. El mismo desechaba “falsetas” de especial dificultad para sus manos, por mucho que le gustaran. Pero a la vez disfrutaba mucho con las que sabía que iba a poder dominar. Y así, poco a poco, fue creando su propio repertorio. Música acorde para si mismo, como un traje a medida. Ahí creció mucho. Sin proponérselo ni darse cuenta, acabó actuando en público acompañando al cante y haciendo algún que otro solo de guitarra de vez en cuando. Jorge me dio una gran lección a mí: a su profesor. Me enseñó que todos podemos lograrlo. Fue una muestra más que la felicidad tocando no se limita más que a disfrutar de lo que haces, dejando de lado lo que esa parte de tu mente te machaca exigiéndote lo que no eres.

 

Con estos dos ejemplos trato de exponer el concepto principal de este artículo. Igual que andamos, nos vestimos, hablamos o gesticulamos como consecuencia de nuestro carácter, de igual modo tocamos la guitarra. Por ello es muy importante ser consecuente a la hora de expresar con la guitarra. Consecuente con lo que realmente somos, sin tratar de surcar por caminos donde otros si que les resulta natural, pero no a nosotros. Esa es la esencia: la honestidad del músico ¿Qué más da si otros hacen algo que nos resulta a nosotros todo un mundo conseguir? Lo importante en realidad está en nosotros, los guitarristas que amamos el instrumento por encima de todo. Y que salga lo que tenga que salir, pero de modo auténtico. Porque en ello está la verdadera esencia. 

 

Y para cerrar el artículo de hoy planteo un par de reflexiones. Contéstate en tu interior, con honestidad ¿Por qué tocas la guitarra?, ¿Para qué tocas la guitarra? 

 

A fin de cuentas... eres como tocas.

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