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LOS 10 ERRORES
Desde mis primeros pasos con la guitarra estaba absolutamente convencido de conceptos que ahora considero arcaicos. A medida que vamos avanzando nos damos cuenta de los errores cometidos. Por eso me atrevo a dar algunos consejos que podrán allanar el terreno a quien esté comenzando, o simplemente que lleve tiempo tocando pero observe que hay cosas que no le salen bien. Abordaré varios aspectos en este artículo, alguno de ellos ya citado someramente con anterioridad. La conclusión es que todos tienen que ver con el aspecto psicológico del guitarrista.
Dedicado a Leo, viajero en el tiempo, que apareció en 2022 después de un largo trayecto de cuatro décadas a bordo de la cápsula AVBB. Para él en concreto y en general para todas esas personas que iniciaron su aprendizaje con la guitarra hace años, dejándola aparcada un tiempo para más tarde protagonizar un reencuentro, encontrándose ahora un escenario diferente, más evolucionado y con un nuevo universo de matices a disfrutar. Estos diez consejos espero puedan allanarles el camino, a ellos y a cualquiera. Vamos con ello.
QUERER TOCAR RAPIDO ANTES DE HORA
El dominio de cualquier técnica es cuestión de buena colocación de manos, actitud, paciencia y progresión. La velocidad es consecuencia de una ejecución correcta y progresiva durante tiempo. Si nos saltamos parte del proceso para correr, la expresión no será redonda, habrá saltos en el tempo, en la dinámica y acabaremos llegando a un punto donde ya no se puede evolucionar más, como si tropezáramos contra un muro. Todo lo expuesto ha sido puramente técnico.
Ahora bien, el problema es otro. Hay que preguntarse por qué hemos querido tocar tan rápido. Esa es la clave. Debemos ser sinceros con nosotros mismos. La música no es una carrera de velocidad. Y si lo queremos comparar con una carrera, que sea más bien con una carrera de fondo. Las ansias por correr matan cualidades importantísimas como la sensibilidad o el buen gusto. Creer que el hecho de tocar rápido impresiona es un error. La mejor forma de impresionar es tocarle la fibra al público. Pero antes de eso es a nosotros mismos a quien debemos gustar. Se puede tocar con cierta ligereza cuando estamos sobradísimos, pero sin matar la esencia. Hay que pensar que un pasaje musical precioso puede llegar a ser imperceptible si se ejecuta rápido.
Pero volviendo al título de este apartado, hago hincapié en lo inadecuado de querer llegar antes de hora al objetivo. Los atajos en guitarra (ni en ningún instrumento) existen. Tarde o temprano la verdad aflora. Y si intentamos conseguir resultados antes de lo debido llegarán dos de los principales enemigos del guitarrista: las lesiones y la frustración.
TOCAR FUERTE
Los guitarristas que comenzamos en los años 70 teníamos un problema grave con el sonido. Por un lado, de cara al instrumento, se priorizaba la potencia sobre la calidad. Y por otro, los problemas con el sonido en las actuaciones eran horribles. Volviendo al primero, digamos que había una cultura de la guitarra flamenca bastante diferente a la actual. Cantaores con una voz potente como Rafael Farina exaltaban a un público entusiasta cuando se apartaban del micrófono y cantaban a capela. He visto con mis propios ojos como una plaza de toros llena hasta la bandera se volvía loca con ello. Y también, cuántas veces escuché aquello de “cómo toca ese hombre” cuando un guitarrista de manos callosas tocaba muy fuerte la guitarra, aunque le sonara a rayos. La cultura de por aquel entonces era así, con unos gustos muy rudos, digamos. Afortunadamente, con el tiempo se ha ganado en expresión, en modulación y sobre todo en buen gusto. Cuidado, no por ello hay que confundir todo esto con falta de flamencura. Eso merece capítulo aparte. No obstante, lo bien cierto es que los guitarristas de mi generación crecimos con la necesidad de tocar fuerte, de hacernos sonar cuando el equipo de sonido era malo. No importaba, había que dejarse el alma para que la gente te escuchara. Uñas por los aires, más de una cuerda rota en plena actuación, golpes y arañazos en la tapa... Recuerdo perfectamente esos golpeadores de nácar en la tapa tan de moda por aquel entonces.
Pero ahora es otra cantinela. Tenemos buen material para sonar más o menos bien, de poco peso, portátil, con micrófonos creados ex proceso para instrumentos, los técnicos son verdaderos profesionales, y sobre todo el público es más exquisito en la mayoría de ocasiones. Los guitarristas ya no necesitamos “meter la zarpa” como antes. Los que han comenzado después ya no tienen ese problema porque han crecido en la cultura del refinamiento, pero aún nos encontramos con guitarristas o estudiantes de guitarra con esa forma de tocar.
Lo bien cierto es que el hecho de tocar ejecutando con fuerza las técnicas tiene varios inconvenientes y pocas ventajas. En la lista de contras está la continua rotura de uñas, la permanente desafinación de la guitarra, el agotamiento y una peor calidad de sonido, ya que muchas veces se mata la vibración de la cuerda al tocar fuerte. Hay que entender que para una correcta afinación y ejecución la cuerda debe vibrar 442 veces por segundo cuando se pisa el traste y se pulsa con la mano derecha. Si lo hacemos con fuerza el sonido se ahoga. El problema de quien toca fuerte es que su oído se endurece, lo que le lleva a entender como normal un volumen de sonido excesivamente alto.
Todo esto lo comento porque lo he vivido en primera persona. Durante años he tenido un proceso de transformación para, una vez convencido que es lo adecuado, tratar de tocar de modo equilibrado. He de reconocer que más de una vez se me “va la mano” y ejecuto con más fuerza de lo que debiera, pero soy plenamente consciente de la realidad. Por ello siempre incido en el aspecto psicológico: antes del cambio hay que estar convencido que es este el camino, y aceptar que es un proceso lento.
Por todo esto incido mucho en la dinámica de ejecución, con el sonido suficiente para sonar bien, que las cuerdas vibren y deja que el sonido respire. Un buen sonido lo es todo (y sentir también lo es).
ENSAYAR DEJANDOSE LOS RIÑONES
Otro clásico entre los flamencos, valga el juego de palabras. Lo de “dejarse los riñones” es una expresión. Ensayar muchas horas y repetir fragmentos sin más, aunque estén mal tocados, todo sin una hoja de ruta, apretar más de la cuenta cuando algo no sale bien, morderse los dientes, dejarse la espalda, y un sinfín de animaladas varias, no conduce a nada bueno.
Y aquí es donde aparece de nuevo la psicología. Tendríamos que preguntarnos por qué ensayamos con esas ansias y por qué creemos que se debe hacer todo así. Aspectos como la obstinación, el querer demostrar cosas, o la negación para que alguien pueda tutelar tu aprendizaje (autosuficiencia, mal entendida), por poner algún ejemplo, no son más que trabas de la mente que deben ser revisadas.
LA IMPACIENCIA
He de ser bastante conciso en este concepto para que no se confunda con otros, ya que es bastante similar en la forma, aunque diferente en el fondo. Muchas veces da la sensación que en la mente del guitarrista flamenco siempre hay alrededor suyo un grupo de entendidos juzgando lo que está tocando en ese momento. Es un hecho constatado con muchos guitarristas. De ese concepto parte muchas veces la impaciencia. De la necesidad de ejecutar falsetas de modo inmediato, saltándose los necesarios pasos previos para tocarla debidamente. Es una necesidad mal entendida, y si se piensa bien, hasta mal utilizada. Me explico, si existe ese “jurado” en la mente, lo mejor es utilizarlo. Entendamos entonces que debemos ensayar bien para que luego esas personas imaginarias nos den el visto bueno. Así de claro. Ahora bien, también puede existir otra serie de factores de tipo nervioso, mostrando cierta ansiedad por que todo salga correctamente antes de hora. En este caso lo recomendable es una buena tutela por parte de un profesor, que sepa marcar las pautas de ensayo y calmar la mente inquieta del alumno.
Tener la consciencia del progreso en el aprendizaje y dominio de la música que ejecutamos es primordial. Una mente tranquila, que no necesita el resultado inmediato, y sabe en qué momento del proceso está cada canción, cada falseta, cada remate, es de suma importancia.
MARCARSE METAS
Es bueno tener objetivos, pero siendo consciente que solamente a medio o largo plazo. Las metas inmediatas en la guitarra fácilmente conducen al fracaso, a no ser que se trate de algo poco pretencioso. Lo hago extensivo también a otros aspectos ajenos al aprendizaje, sobre todo a nivel profesional (artículo “Quiero ser guitarrista”). Hay que comprender que absolutamente todo en la guitarra debe mantener una progresión, todo lleva su tiempo, y el buen “toque” se consigue a fuego lento, como cuando se cocina.
NO CONOCERSE
Sucede con bastante frecuencia que el aspirante a guitarrista quiere emular a su ídolo. Es comprensible, hasta incluso lo considero una buena motivación. La travesía es larga, y por el camino tenemos que ir desechando los despojos, aprendiendo a conocernos, buscando lo que queremos expresar, descubriendo nuestros límites y sobre todo tratando de ser honestos con nosotros mismos. Hacer música es transmitir sentimientos, y para ello hay que llegar al convencimiento de lo que queremos decir. Luego habrá que aprender a traducirlo al diapasón. Es un ejercicio de madurez el despojarse muchas veces de ciertas características de nuestros ídolos si realmente no van con nosotros. La vida cambia, el mundo gira y aunque el sueño inicial perdure, es necesario adaptarlo a nuestra forma de expresión, a nuestra técnica, a nuestra visión de la música y del flamenco. Es un permanente ejercicio de introspección. El ofuscamiento hacia lo que se supone que debemos hacer nos puede alejar con facilidad de nuestra conciencia y estado de ánimo.
NO SABERSE RELACIONAR
Un buen mentor, un buen profesor, o unos buenos músicos compañeros son importantes para el propio cultivo. Ahora bien, no solo es importante tenerlos, sino también hay que saber extraer lo bueno de ellos. De ese concepto incido en la capacidad de discernir entre lo interesante y lo que no. En el momento se adquiere esa práctica será fácil poder aprender de todo el mundo. Estoy por asegurar que mis propios alumnos me enseñan más que yo a ellos. Un comentario de un amigo, un familiar, o hasta incluso un desconocido pueden darte una buena idea, si te acostumbras a saber discernir y extraer conclusiones positivas para que tu música se enriquezca.
TENER LA MENTE CERRADA
Realmente, una mente cerrada es lo opuesto al resto de consejos. No ayuda, más bien al contrario, el cerrarse en los cuatro conceptos que uno pueda poseer. El mundo de la guitarra es infinito en conocimiento y la apertura de la mente es imprescindible para avanzar. Vivir enrocado entre sota, caballo y rey es quedarse en la edad media. Es importante mantener la esencia, pero otra cosa bien distinta es convertirse en una pieza museo. La música es viva y hay que tener la mente viva.
LA FALTA DE HUMILDAD
“El camino de la magia –como, en general, el camino de la vida- es y será siempre el camino del misterio. Aprender una cosa significa entrar en contacto con un mundo del cual no se tiene la menor idea. Es precioso ser humilde para aprender” (Paulo Coelho).
Llegado el momento en el que nuestro dominio de la guitarra comienza a dar frutos es muy probable que los halagos insuflen nuestro ego. Es tan real como humano. Pero a la vez es un arma de doble filo. Y precisamente en ese instante es donde se debe encender una luz de aviso que nos recuerde donde estamos, de dónde venimos y qué es lo que nos ha llevado hasta ahí: la pasión, el esfuerzo y, sobre todo, el amor por la guitarra, el flamenco y/o la música. Nunca hay que olvidar esto. Debemos ser eternos aprendices, eternos apasionados. Recuerdo a mi maestro, por aquel entonces con 70 años y tocando con la ilusión de un niño. Me decía que admiraba a los guitarristas jóvenes, que aprendía mucho de ellos, pero a la vez se sentía como un adolescente tocando, y que cada día tenía más ganas de tocar. Y eso que tocaba “para rabiar” de bien. Nunca dio muestras de superioridad ante nadie, y tenía un bagaje a sus espaldas que más de uno quisiéramos.
La falta de humildad es uno de los grandes enemigos. Difícilmente, el guitarrista engreído podrá llegar al final de la carrera de fondo. Pasará por momentos de supuesta gloria (para su ego), pero el tiempo dictará sentencia. Paco de Lucía hizo una metáfora perfecta: “La guitarra es como una pirámide al revés. Cuando más avanzas, más te das cuenta de lo grande que se hace el camino”. Si alguien se cree en posesión de todo el conocimiento, difícilmente podrá avanzar al creer que ya lo sabe todo. Por todo ello, añade unas gotas de humildad en el frasco de tu conocimiento con cada avance que hagas.
FORZAR
Error común en muchos guitarristas flamencos. Va íntimamente ligado con el párrafo de la impaciencia. Forzar es sobrecargar de esfuerzo una técnica, un ensayo, un concierto, y –en definitiva- cualquier tipo de ejecución con el objeto de que suene más fuerte, más contundente, o añadir un plus de velocidad a algo que habitualmente no nos sale como debiera. Y precisamente ahí está el error. Si algo no sale en casa, es imposible que afuera nos salga bien. Sería casualidad. Y claro, ahí llegan principalmente las lesiones. No citaré a compañeros guitarristas, pero bien es sabido por todo el mundo de la guitarra flamenca las lesiones, problemas físicos y hasta enfermedades neurológicas derivadas de haber forzado durante tiempo tocando de varios profesionales de renombre.
Resumiendo...
En conclusión, estos diez errores tienen que ver mucho con la mente del guitarrista: buscar conseguir logros antes de hora, la obstinación, el sobre ensayo, la mente cerrada, las prisas, etc... No son más que consecuencia de un inadecuado planteamiento, de una falta de reflexión, y sobre todo, de un inexistente guiado. Es importantísimo saber nuestra base de conocimiento musical, nuestro bagaje flamenco, nuestras condiciones, nuestras limitaciones, nuestros deseos, y nuestra realidad. En función de todo ello, y con los pies en tierra, llevar el camino adecuado. No es complicado. Además, es fascinante.
Hay que escuchar mucha guitarra, mucho cante, mucha música... pero antes que nada hay que escucharse mucho cada uno a sí mismo.