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“QUIERO SER GUITARRISTA FLAMENCO”
Esta frase me recuerda aquella famosa de Concha Velasco de “mamá quiero ser artista”, pues algo así. La vida profesional del guitarrista flamenco es, como muchas, una carrera de fondo y no siempre está todo el mundo dispuesto a seguir los pasos necesarios para llegar.
He tenido alumnos que nada más sacar sonido a cuatro notas comienzan a fantasear con la idea de hacerse guitarristas flamencos sin más supervisión que su propia ensoñación. No digo que sea malo, más bien al contrario. Hasta incluso esa motivación les lleva a estudiar mucho. No obstante ese tipo de decisiones prematuras pueden conllevar una inadecuada progresión en muchos casos.
Y aquí tenemos el capítulo siguiente al de “Las prisas”. Al igual que sucede con el aprendizaje, el alumno contempla a profesionales de la guitarra en un entorno próximo y cree que puede serlo del mismo modo, sin pararse previamente a observar la realidad y, sobre todo, cual ha sido la verdadera progresión de esas personas. Solo contemplan el pico del iceberg.
He vivido casos de alumnos que han –literalmente- partido sus vidas por ser profesionales sin tener el nivel de exigencia mínimo, tomándoselo como si de un juego se tratara, o como si fueran a obtener una supuesta titulación académica en la universidad. Esto es peligroso sobre todo para ellos mismos. La guitarra flamenca no es eso, la guitarra flamenca es muy difícil, mucho, y harto complicada por el exceso de exigencia del propio mundo flamenco, entre otras mil cosas.
La experiencia ajena observada indica que el alumno con este perfil comienza por engañarse a sí mismo y prosigue tratando de engañar a los demás. Eso no es la honestidad que hablamos en capítulos anteriores. No es sano. Todos los que optan por este camino han acabado lejos de su pretensión inicial, tocando otras músicas con menor exigencia, generando formaciones acordes a su bajo nivel, imitando a verdaderos profesionales, pegándose a rueda de otros artistas dando una imagen patética para los entendidos, o lo que es peor, abandonando el instrumento con diversas excusas generadas por su propio Señor Ego. Al final siempre es lo mismo. Todos esos caminos no son más que parches generados por la incapacidad. Pero lo triste bajo mi punto de vista es que esas personas eran perfectamente válidas para cumplir su objetivo. El problema surgió cuando quisieron saltarse escalones dentro de su progresión. Y ahí es donde entran factores psicológicos que impulsan al alumno, por ejemplo, a querer demostrar cosas antes de tiempo, a mostrar inadecuadas actitudes de falsas superaciones de problemas, o sobre todo el intentar llegar a actuar por medio de atajos sin tener nivel. Esto no es así.
La Guitarra Flamenca (si, con mayúsculas) es mucho más que eso. Imagino que como con cualquier otro instrumento. Libramos constantemente una pugna contra ese jurado flamenco que uno lleva dentro y a pesar de ello hay que tocar con la libertad que te da la confianza en lo que haces, a sabiendas que es correcto, y sin tratar de engañar a nadie. Puedes fallar en la ejecución o no, pero jamás en el sentimiento, en la esencia. Al final todo se resume en sentir.
El verdadero camino tiene sus fases. Hay que comenzar desde la iniciación más puramente básica como es el conocimiento del instrumento, con sus “rutas” tonales, escalas y redes armónicas, así como el dominio de la técnica flamenca, todo ello combinado con el dominio del compás de los diferentes estilos o “Palos flamencos”. A continuación, y ya desde un punto donde se comienza a dominar todo ello, viene la fase más interesante que consiste en poner a prueba el trabajo inicial, acompañando sobre todo al cante, para progresivamente ir haciéndolo con el baile. Pero si no se acompaña debidamente al cante, si no se conocen los Palos flamencos y sus variantes, si no se entiende de las estructuras de cada “tercio” es imposible tocar bien “diciendo” flamenco. Siempre sonará raro. Se puede tratar de emular, pero a ojos del entendido, un guitarrista que no domine el arte del acompañamiento siempre tendrá carencias (sonará a “guiri”). Una vez se interioriza el acompañamiento al cante surge el baile con su propio lenguaje. Pero con la base del cante todo es más sencillo luego.
Es comprensible que un aficionado a la Guitarra Flamenca se asombre al contemplar las exquisiteces de un guitarrista profesional y quiera emularlo. Lo que no se ve (la parte sumergida del iceberg) es el bagaje que tiene ese músico para poder expresar de ese modo. Tengo alumnos que me dicen, por ejemplo, que les resulta muy interesante tocar falsetas de Moraíto porque son fáciles y no hace falta esforzarse. Nada más alejado de la realidad porque para expresar como Moraíto hay que “mamar” el compás como todo hijo de vecino en Jerez, estar “pasado de compás”, y tocar con esa gracia natural que solo él poseía. Esto es tan solo un pequeño ejemplo, pero me parece más que extrapolable a todo lo demás en la Guitarra Flamenca.
Y ahora te pregunto...
¿Para ti es la cima actuar por encima de todo, aunque sepas que no das la talla? Actuar es un medio. Dar la talla es parte del buen camino.
Qué amas más... ¿El reconocimiento del entendido, del entorno, o el conocimiento suficiente para saber que estás haciendo bien tu trabajo?
¿Sientes lo que tocas, o tocas lo que sientes?
¿Buscas el aplauso para sentirte alguien, o sabes que estás en el camino y el aplauso es secundario?
¿Quieres escalar sin cuerdas, o prefieres aprender antes a escalar?
Te recuerdo que la guitarra tiene seis cuerdas e infinidad de escalas que aprender.
Dice el refrán... “Hay quien toca lo que sabe, y también quien sabe lo que toca”.